El  Sexto Mandamiento

 

 

Estaría bueno conocer en que idioma, el hebreo Moisés, -creado como un egipcio más-, escribió el Pentateuco, comúnmente llamado “La Torá”.  Pues hay traducciones tan variadas sobre dichos escritos, que –amén de creer o no en el Divino encuentro con Dios en el Sinaí -, su mensaje originario se desvirtúa en una maquiavélica polisemia, quizá.

Dependiendo de la versión bíblica o libro de catecismo que uno tenga al alcance de la mano, se alude a este mandamiento de Dios, sito en el libro de Éxodo Cap. 20, de diferentes maneras a saber:

 

  1. No cometerás adulterio.
  2. No fornicarás.
  3. No cometerás actos impuros.

 

Y si nos ponemos a analizarlos son mensajes completamente distintos:

 

La versión “a”, alude a que un marido no puede tener relaciones con otra mujer que no sea su esposa.  Pero si los judíos de entonces podían tener cuatro o seis esposas a la vez, (por poner un número), no era lógico pretender que en lugar de meterle los cuernos a todas, se dedicara a “atenderlas” sin discriminación.

De ser esta la acepción correcta, es machista y no apta para una sociedad que pretende ser monogámica.

La versión “b” de este mandamiento, al igual de la anterior, más allá de toda humorada, hace hincapié en lo sagrado del lecho conyugal, puesto que un fornicario es un adúltero.  De ser este el sentido originario del mandato divino, se complementa bastante con el 9º mandamiento, “No desearás la mujer de tu prójimo”.  Aunque este incluye también a los solteros o célibes.

Pero fíjense que si nos centramos en la versión “c”, Yahvé estaría pidiéndonos que nuestras acciones sean puras.  Lo puro viene de un alma pura, y se realiza sin vanas u oscuras intenciones.

Un encuentro puro, incluido el sexual se produce con Amor, cuidado, respeto y entrega hacia el otro y viceversa.  Y Esto Supera enormemente a si dos que se Aman están Casados o No, según rito clerical alguno.

Por todo esto, si esta fuera la versión original del 6º Mandamiento, hubo una tergiversación garrafal del mismo, para generar culpas en los fieles, acatamiento dogmático mediante, y poner como “Eje de la Tormenta” a toda relación extramatrimonial hecha por dos que se aman, tachando todo de sexismo lascivo.

 

De esta manera, se dejó de lado “La Pureza de Alma” necesaria para vivir como Buen Cristiano, obrando a conciencia en todo aspecto o carácter de nuestra vida.